18:00 de un día viernes de mayo.
Fines de mayo en Santiago.
Santiago de Chile.
Parada en una sala verde llena de gente en tránsito.
Parada en una sala verde llena de gente observo pasillos como carreteras y ascensores como vuelos express.
Sensaciones extrañas de encierro, ansiedad, esperanza...
Como esperando algo, con los ojitos brillando de un niño frente al televisor encendido.
Como esperando algo, con los ojitos brillando de un niño frente al televisor encendido.
Todos esperamos que llegue el momento, para unos llega antes, para otros después...
Espero.
Ruido.
Ya dentro del confesionario me veo frente a un hombre que me da una sensación de familiaridad dentro de la infinidad desconocida.
Señorita, la vamos a operar.
Directo y sin anestesia, es lo que necesitaba escuchar.
Mi rodilla sonríe de reojo, un tanto recogida, igual que yo.
Sentimientos encontrados.
Qué difícil es hacerse la idea de que calendarizas esa fecha, como quien se apunta una reunión de trabajo.
Una reunión que te saca del mundo, te duerme, te tumba y te despierta con una nueva ilusión.
No hay ventanas, no puedo mirar afuera, para ver qué opina el viento.
Hay que tirarse por el resbalín, total, como me decían cuando chica, más allá del piso no vas a pasar.
Exámenes.
Me examinan!
Todos sonríen, poco a poco me voy acostumbrando al espacio, parece incluso... mmm...
acogedor.
Olor a café cremoso de una esquina... mmm
Qué buena noticia.
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