De un sopetón desperté…
de pronto me vi rodeada nuevamente de lo banal, de lo cotidiano, de la rutina que nos acompaña ineludiblemente cada día, todos los días…
Todavía podía sentir el olor y la textura de aquel sueño, aquel viaje en el que me embarqué hace un par de horas…
No, no son un par de horas, son muchos instantes atrás, muchos momentos especiales y mágicos que no puedo encasillar en la línea del reloj.
De todas formas sé que el tiempo que viví, el tiempo que crecí y lo que disfruté en ese par de horas, no representan en lo más mínimo, lo que el segundero podría llegar a sospechar.
Ya no está, lo escucho pero no está… no lo puedo tocar, ¿qué ocurre?
No puede ser… yo sé que es real, yo sé que existe, yo sé que existió y que seguirá existiendo siempre en mí… pero, ¿por qué no lo veo?
Su voz de papel y su olor quedaron grabados en mi piel, como una marca que no se borra, ni con el tiempo, ni con el viento…
No sé, tal vez sería mejor que la pudiera borrar, que al despertar todo hubiera desaparecido, no sólo de mi vista, sino también de mi cabeza y de mi corazón.
Sigo observando y todo a mi alrededor parece conocido, parece que ya he estado aquí.
Un sentimento zumba como mosca en mi memoria.
Es brumoso, el recuerdo es brumoso, se parece a lo que solía ser todo antes de sucumbir en aquel sueño, pero… no es igual, no es lo mismo que dejé hace un par de instantes atrás.
Y no son simplemente ellos los que han cambiado, no es la rutina ni lo cotidiano,
soy yo,
yo cambié, yo crecí, yo sufrí una metamorfosis de amor y me convertí en esto que ahora soy, en esto que ustedes ven aquí,
sentada frente a un pantalla, tratando de plasmar con palabras,
la historia de un sueño.
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