Palabras llenas de Nada

Acostada en la habitación de la clínica observaba la vida pasar, eso y nada más. Pensamientos, ideas que llenaban el espacio. Pensé…

… qué terrible se vuelve el problema del desamor y la frivolidad.

Qué espantoso es sentir que caminas por las calles sin ser advertido por ningún otro ser humano que te devuelva la mirada. Nadie te mira a los ojos, nadie sonríe, nadie se saluda ni estrecha las manos. Caminamos todos por carreteras de cemento, herméticas a las relaciones humanas y permeables a la contaminación y el desarrollo. Todo tacto social se desvanece, como las gotitas de lluvia con el Sol a través de la cordillera. La gente ya no sabe cómo comunicarse, cómo decir las cosas para no herir al otro, cómo decir las cosas de tal forma de que te entiendan y no se desate una guerra civil… porque eso es lo que no está pasando, estamos perdiendo la capacidad oratoria, emocional, intuitiva…

Pareciera que la onda polar nos ha tocado hasta los nervios, y como nos eliminaron en el fútbol volvimos a la rutina monótona y maquinal que nos tiene atrapados.

El Presidente amanece el Lunes con cambios, cambios… palabra usada y abusada. Y bueno, son cambios, promesas y titulares que desatan polémica, que parecen mejor, peor, igual, no sé, pero al fin y al cabo logran una reacción en la ciudadanía, una reacción pasiva que queda en eso y nada más. Porque la vorágine nos consume y no somos capaces ni de darnos cuenta.

Me conmueve cuando una persona se acerca, golpea la puerta y simplemente me regala una sonrisa, sin más, ahí es cuando valoro los amigos que tengo, la familia que escogí para nacer y que ahora muestran su compromiso. Tantos otros que prometen, hablan y dicen palabras vacías, palabras llenas de nada. Muy bien dicho, cuando las abuelas aconsejan estar mejor sola que mal acompañada… mejor no esperar palabras llenas de nada, mejor es buscar aquellos silencios maravillosos, llenos de vida.

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