Hace algún tiempo tuve la oportunidad de sumergirme en el maravilloso mundo de los niños, de niños oyentes y niños con discapacidades auditivas, de mayor o menor grado. Todos niños dentro de la etapa preescolar, llenos de imaginación y de luz. Profundicé en los libros de Lowenfeld y otros teóricos que se han dedicado a observar y analizar el desarrollo de los seres humanos durante su infancia. Desarrollo que se ve reflejado en el mejor medio que poseen para comunicarse: el arte, el dibujo, la creatividad. Leí mucha teoría respecto a esta mágica etapa de nuestras vida, muchas cosas que no sabemos, que no se enseñan en ningún colegio y que, sin embargo, todos deberíamos tener en cuenta a la hora de pensar en tener hijos o simplemente relacionarnos con ellos.
Luego de un proceso extenso y minucioso de trabajo con estos niños, analizando sus dibujos y comparando unos con otros, llegué a múltiples conclusiones. Noté el inmenso potencial que poseen los niños con algún tipo de deficiencia auditiva, ya que estos niños tienen una capacidad de observación muy desarrollada, así como también nos plantean un observador muy particular del mundo. Una forma de ver la vida distinta e igual de válida que la de cualquier persona. Me parecen niños muy creativos, inquietos, llenos de vida. También cabe destacar que son niños igual que todos y por lo mismo no hay que discriminarlos ni limitarlos en su espacio dentro de este mundo.
Otra observación que surgió durante el trabajo con los niños fue el increíble afán que tenemos los adultos por “corregir” los dibujos de nuestros niños. ¿Por qué estar constantemente pretendiendo que nuestros niños hagan dibujos “bonitos”, “correctos”?, ¿Es que nos cuesta tanto apreciar su lenguaje y su creatividad?
Las respuestas a estas interrogantes son diversas e individuales, también me parece que no es algo que la gente normalmente se cuestione, los padres actúan simplemente y esperan estar en lo correcto. Lo cual es muy válido tomando en cuenta que nadie asiste a una escuela para padres antes de convertirse en uno. La crianza es un producto accidental, lleno de ensayos y error y de mucha improvisación.
De todas maneras me parece muy curioso tratar de encontrar algún tipo de explicación para este patrón de conducta de los adultos. Personalmente he llegado a la conclusión, que se debe las características propias de un mundo globalizado, individualista y, por sobre todo, muy competitivo. Nos enfrentamos a la competencia social desde muy pequeños y somos entrenados para resistir ante la presión sicológica que eso implica, a no rendirnos, a luchar hasta el final e imponer nuestra opinión. Es finalmente el mejor, el más fuerte, el que logra la mayor perfección, el que triunfa. Es por esto, que tendemos muchas veces a corregir y criticar todo lo que nos parece equivocado, incluso si se trata de nuestros hijos. La intención es probablemente muy noble, ya que es un intento por protegerlos del “fracaso” social o profesional cuando sean más grandes y al mismo tiempo es una forma de entrenamiento sicológico ante el mundo de hoy. Sin embargo, no somos capaces de darnos cuenta, que con esta noble acción estamos alterando el proceso natural de su desarrollo, que esa no es la forma de hacerlos mejores personas, si no muy por el contrario, estamos poniendo límites y obstáculos para que su desarrollo sea integral y completo. Sometemos a nuestros niños a un gran estrés al “corregirle” sus dibujos, que no son más que su legítima forma de comunicarse. Estamos interrumpiendo y anulando lo que nos está queriendo decir, por imponer lo que nosotros queremos escuchar de él. No podemos pretender juzgar un dibujo como bien o mal, como sí lo hacemos con lo que la gente dice. Y es que las palabras no están bien ni mal, son absolutamente legítimas y cada uno tiene derecho a decir lo que le parezca, ya que es su legítimo punto de vista. Así mismo es que los dibujos no están bien ni mal, son simplemente y nos reflejan en qué etapa de desarrollo y maduración se encuentran nuestros niños. Debemos entender la perspectiva de un niño de acuerdo a su emocionalidad, lazos afectivos y proceso de desarrollo motriz y cognitivo en el que se encuentra y aceptar el legítimo observador del mundo que es.
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