Gira, el mundo gira


Violeta se fue a los cielos,
House nos dice adiós,
Cerati duerme en su cama blanca.

Las hojas de colores,
nacen y mueren en un suspiro,
en la tierra,
en nuestra tierrita,
llena de vida,
de renovación (no nacional),
de ciclos,
de sistemas interminables en este mundo con fecha límite.

Las hojitas que nos enseñan que reciclar es lo más natural de la esencia del ser,
de la materia orgánica,
de la vida en sí misma,
de la energía,
que no se gana ni se pierde,
solo se transforma.

Esos pétalos de colores,
las canas de los árboles,
sonríen al caer,
se mofan de nuestro ingenuo miedo,
de esas ganas insuperables por mantener,
por seguir, así, sin cambios,
status quo,
queriendo apropiarse de algo que no nos pertenece,
no en exclusiva,
que es del universo,
que transita.

Será porque no sentimos muy importantes,
o porque sabemos que no somos mucho,
que somos menos de un segundo en la vida,
y que el mundo gira,
gira, hasta llegar al cielo,
como Violeta.

Naranjo


Llueve el cielo en Santiago.
El infinito ruge para hacernos sentir que está vivo, que está ahí,
siempre y para siempre.
Llueven las ideas,
llueven las luces y los autos por estas calles colapsadas.
Llueven también las sonrisas de los niños chapoteando.
Llueve en un día viernes,
con la belleza de su fuerza
en un café de Paris,
con las manos sobre la mesa y olor a reencuentro,
sabor a sabiduría.
La belleza de pensar,
la belleza en su más puro estado de ánimo.
Las gotas en la ventana.
El escenario enciende sus luces,
todo se dispone,
la vida sobre las tablas,
la danza delante del telón,
sin abismos.
Música y frío.
Naranjo, el cielo de naranjo,
los minutos en naranjo,
sopaipillas.
Llueven las ganas,
mojados en pintura,
empapados en ilusión,
salimos a caminar la belleza,
ese espacio tan esquivo.