En días de calor abrazador nacen despedidas con olor a flores.
Ceremonias para cerrar círculos de vida,
que hicieron brillar nuestros días de infancia,
de pequeñuelos ingenuos, expectantes, ansiosos, temerosos, valientes.
Como jinetes sobre caballo de madera,
imaginando mundos de cristal,
donde nosotros fuésemos los héroes,
héroes de un silencio inocente y sabio, que ahora tanto anhelamos.
Danzarines libres de un futuro por dibujar,
cada uno con sus colores y ritmos,
tan bellos y particulares en medio de este mundo caótico.
A pies descalzos aventurándonos en un camino de piedras, hierba y charcos,
soñando con una tierrita más limpia y justa para todos,
con una educación para todos esos niños que juegan en el barro.
Flores, más flores en el camino,
adornan las fotos para el recuerdo de mañana.
Premio a las Artes, suena como a Roberto Matta o a la actual Gracia Barros, que tan bien celebra mi estadía en ese escritorio del barrio alto.
Suena a reconocimiento de una disciplina olvidada, más olvidada que el deporte, la hermana más sublime y pobre de nuestra educación academicista y despechada.
Pues el Arte es la vida, solo que con otro ritmo. (Muriel Barbery)
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